Yo llevaba la venda.
Esperaba una sorpresa,
no sabía como era,
si era grande o pequeña.
Tú me guiabas
y como yo confiaba
no necesitaba ver.
En ti se podría creer.
Siempre lo hice, ciego de mí,
ante todo, confíe en ti.
Rara vez dudé de ello.
Aunque debí hacerlo.
Nunca me expliqué
cómo pudiste fallarme.
Nunca me lo perdonaré
¿cómo pude yo amarte?
En ese pozo caí,
mientras caía pensaba
cómo llegó a ocurrir,
mas nada me lo explicaba.
Una vez toqué fondo,
inundado de todo el dolor
llegué a esta conclusión:
Tenía que abrir los ojos.
Al dolor de la caída,
al momento de soledad,
se le tuvo que sumar
El volver a ver la vida.
Mi necesidad era esa
y aunque yo no quería,
necesitaba la venda
para tapar tus heridas.
Lo importante no es ganar
sino conseguir triunfar.
Mi triunfo, fue la venda quitar
Y todas mis heridas curar.
Antes de salir otra vez
Escondí tu recuerdo
asumiendo el riesgo,
el de recordarte al caer.
Ríos de tinta
y tormentas de rima
me permitieron
escuchar mi propio eco.
Escuchando abrí los ojos
aquellos que me advirtieron,
aquellos no eran tontos.
Ahora ven ellos,
como las vendas ya no son
aquello que fueron.
Ahora miran ellos,
a la vida de frente.
Ahora las vendas son
la mayor de mis suertes.
Aquello que me ha hecho,
ante todo más fuerte.
Antonio Pantoja